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Foto del escritorLorena Martin

Obesidad infantil. Orientación a padres

Actualizado: hace 6 días


Iniciemos el viaje hacia el bienestar de tu hijo, donde cada paso cuenta y cada sonrisa es un logro. En el mundo de la psicología infantil, este viaje es tan crucial como emocionante. Cuando la obesidad infantil deteriora la salud de un niño, se requiere un abordaje en conjunto. Es por eso que trabajo mano a mano con médicos y nutricionistas para salvaguardar el bienestar físico y emocional del pequeño, implicando a los padres en cada paso del proceso.

Los niños que luchan con problemas de peso merecen sentirse ligeros de preocupaciones y llenos de confianza. Es por eso que intervenir temprano es clave para prevenir complicaciones futuras, desde la melancolía hasta los trastornos alimentarios más desafiantes.



Padres: los invito a sumarse en este viaje, donde el cambio de estilo de vida es la brújula que nos guía hacia la salud y la felicidad de nuestros niños.

Este viaje hacia un peso saludable no requiere transformaciones abruptas, sino la adopción de hábitos que nutren el cuerpo y el alma. En lugar de imponer cambios drásticos, busquemos entender las raíces emocionales de la situación del niño, creando un camino hacia el equilibrio que incluye una alimentación consciente y actividad física alegre. Ustedes son los arquitectos del entorno en el que florecen los hábitos saludables. Con su apoyo amoroso y sus elecciones conscientes, crean un oasis de bienestar donde su niño puede crecer con confianza y vitalidad


La obesidad, más que una preocupación estética, es un llamado a la acción para proteger la salud en todas sus dimensiones. Desde enfermedades médicas hasta desafíos emocionales, abordaremos cada aspecto con empatía y determinación, guiando a nuestro niño hacia un futuro más saludable y feliz.


El autocontrol es la clave, y el niño es el héroe de su propio viaje hacia el bienestar. Con técnicas simples pero poderosas, aprenderemos juntos a tomar las riendas de nuestras elecciones alimenticias y a disfrutar del movimiento como una celebración de la vida.


Cada bocado es una oportunidad para nutrir el cuerpo y el alma del niño. Cada paso es un recordatorio de que juntos, podemos alcanzar nuevas alturas de salud física y mental. En este viaje, la alegría es nuestra guía y el bienestar, nuestro destino compartido.









Veamos el caso ilustrativo de JC:


En casos en los que la salud física del niño está en riesgo,, trabajo además, con médicos y nutricionistas, implicando fuertemente a los padres en el tratamiento.

Los niños con problemas de peso se sienten culpables, avergonzados, inadecuados y criticados. De allí que sea tan importante intervenir prontamente para evitar futuros problemas de salud mental como la depresión, la angustia y hasta trastornos alimentarios como la bulimia o la anorexia. Invito entonces a los padres, a comprometernos en el tratamiento de JC, acompañándolo en el proceso y fomentando un cambio de estilo de vida que tienda a la salud del niño.


El control de peso requiere adoptar nuevos hábitos que fomenten un estilo de vida saludable, pero no cambios radicales en la dieta o actividad física forzada, porque nos arriesgaríamos no sólo a agravar lo que ya es una situación de salud precaria sino también a pasar por alto las actitudes y problemas emocionales principales que causaron la obesidad en JC.

En principio, la obesidad es la consecuencia de un desequilibrio energético entre la cantidad de calorías que se ingieren y la cantidad de calorías que se gastan. Generalmente, este desequilibrio energético es producto del consumo de alimentos de alto valor calórico y de una insuficiente actividad física. La obesidad, lejos de ser un problema estético, es un problema de salud importante por su papel como uno de los factores de riesgo para el padecimiento de enfermedades médicas como la diabetes no insulinodependiente, las dislipidemias (alteración del metabolismo de los lípidos), enfermedades cerebrovasculares, hiper-tensión arterial, insomnio, insuficiencia renal entre otras; y problemas de naturaleza psicológica como depresión, ansiedad, hostilidad, aislamiento, etc. Estos problemas pueden, a su vez, derivar en la adolescencia hacia otros trastornos de la conducta alimentaria como la anorexia y la bulimia.


El autocontrol es importante. Es necesario que JC se implique de forma activa en su tratamiento, es decir, que incremente el autocontrol sobre las conductas de ingesta. Para ello se sugieren las siguientes técnicas:


Registro de consumo de alimentos y situaciones en las que se consume. El objetivo principal es tomar conciencia de lo que come en cada momento y de las variables que controlan la ingesta.

Registro de actividad física. Es importante que junto a la reducción de la ingesta de calorías se establezca un aumento paulatino de la actividad física. - Establecimiento de metas y submetas adecuadas. Es importante que JC establezca una meta final realista y adecuada a sus características.


Mantener un buen grado de motivación y de adhesión al tratamiento. Para esto es imprescindible marcar submetas u objetivos parciales en la consecución del objetivo final (obtención del peso deseado). Podemos realizar un registro semanal del peso para observar los avances.


El tratamiento no es responsabilidad de JC, sino de su familia y los cambios en la alimentación y en la actividad física son la clave del éxito.

Los padres pueden influir en las conductas alimentarias de JC particularmente a través de actitudes y conductas con respecto a la comida y al peso. Es importante saber que el ambiente familiar puede contribuir al desarrollo de la obesidad. Los estilos de vida de los padres influyen en el desarrollo de las preferencias alimentarias, en la exposición a estímulos de comida y en la habilidad de JC para regular su selección e ingesta, logrando establecer el ambiente emocional, nutricional y de actividad física en el que puede, o no, desarrollarse la obesidad.


Por lo anteriormente expuesto, se recomienda una propuesta de dieta para todos.


Los alimentos que son ingeridos fuera de casa deben ser planeados y negociados con JC, como son los que se consumen a media mañana o en la merienda (en la escuela). Resulta inadecuado para el tratamiento que sus familiares compren y lleven a casa alimentos saturados en grasas y azúcares para el seguimiento de la propuesta de dieta. En la medida que exista congruencia entre los objetivos del tratamiento y el comportamiento de su familia, será más fácil el cambio y por consiguiente, el mantenimiento de este nuevo estilo de vida

El tratamiento del niño obeso compromete tanto al médico como a la familia. Tiene como objetivo liberar al niño de gran cantidad de problemas y evitar las complicaciones que como consecuencia de su enfermedad pudieran aparecer en la edad adulta. El tratamiento debe incluir estrategias de prevención que involucran la educación nutricional y programas de actividad física. No debemos centrarnos sólo en indicaciones de dieta y ejercicio, sino también de convencer al niño, para lograr cambios en el área afectiva, lo más difícil de lograr en el ámbito educativo. La baja autoestima de los niños con obesidad, les afecta en sus relaciones sociales y en el rendimiento escolar. Su apariencia física los deprime y se exponen a maltrato intencionado o discriminación por parte de sus compañeros del colegio o escuela, que los aísla de los grupos sociales.


Entonces, una vez que el niño se diagnostica como obeso, el tratamiento debe ir encaminado a:


Modificaciones dietéticas. Para consumir un alimento saludable todos los días, se debe comprar alimentos bajos en grasas y azucares. Establecer los horarios de desayuno, comida, cena, y evitar ayunos prolongados. Evitar comer alimentos chatarra entre comidas, pero permitir al niño autorregular sus alimentos y evitar conductas restrictivas de alimentación. Servir los alimentos y evitar colocar los guisados en el centro de la mesa. Propiciar en los hijos el desayunar antes de irse a la escuela. Mandarles un lunch saludable con fruta y verduras. Evitar tener en casa dulces, pasteles, chocolates, refrescos. Preparar los alimentos al vapor, asados, al horno y evitar los capeados, empanizados o fritos. Evitar la carne con grasa y la piel del pollo. No utilizar aceite recalentado. Comer sentado y no viendo la televisión. Disminuir el tiempo dedicado a ver televisión a igual o menos de dos horas al día; para lograr mejor esto, se deberá retirar la televisión del cuarto del niño.


Ejercicio físico.


Modificación de la conducta. Se cambiarán los hábitos de alimentación y para ello será necesario comer en platos pequeños y despacio, en el horario establecido, evitar segundas porciones. Un cambio importante es comer y masticar lentamente para permitir que las señales de saciedad se produzcan y lleven su mensaje al cerebro. Toma poco más de 15 minutos que el cerebro obtenga esta información. Otra medida consiste en comer anticipadamente bastantes vegetales para que exista sensación de saciedad o utilizar platos más pequeños para que las porciones moderadas no luzcan insignificantes.


Tomar conciencia en cuanto adultos responsables es fundamental, a fin de encauzar al niño hacia un camino de salud y bienestar emocional.



hábitos alimenticios saludables
Prevenir la obesidad infantil

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