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Foto del escritorLorena Martin

Fobia en la infancia

Actualizado: hace 6 días


Imagina un mundo donde las sombras parecen esconder monstruos, donde los ruidos de la noche pueden transformarse en criaturas temibles y donde cada esquina podría albergar un miedo incontrolable. Este es el mundo de la fobia en la infancia, una experiencia real para muchos niños y niñas que necesitan comprensión y apoyo para superarla.


¿Qué es la fobia infantil?


La fobia infantil es más que simplemente tener miedo; es un temor intenso e irracional hacia algo específico, como los animales, la oscuridad, las alturas o incluso situaciones sociales. A diferencia de los temores normales, las fobias pueden interferir significativamente en la vida diaria del niño, afectando su capacidad para disfrutar de actividades cotidianas y relacionarse con los demás.


¿Cuáles son las causas y consecuencias?


Las fobias en la infancia pueden tener diversas causas, desde experiencias traumáticas hasta influencias genéticas y ambientales. A menudo, los niños pueden desarrollar fobias como resultado de una combinación de factores, como la predisposición genética y la exposición a eventos estresantes.

Las consecuencias de la fobia en la infancia pueden ser variadas y significativas. Los niños pueden experimentar ansiedad extrema, ataques de pánico, evitación de situaciones temidas y dificultades para concentrarse en la escuela. Además, las fobias no tratadas pueden persistir hasta la edad adulta, afectando la calidad de vida y las relaciones interpersonales.


¿Cuál es el tratamiento recomendado?


Afortunadamente, la fobia infantil es tratable, y existen varias opciones efectivas de tratamiento psicológico. La terapia cognitivo-conductual (TCC) es uno de los enfoques más comunes y exitosos para abordar las fobias en la infancia. Este enfoque se centra en identificar y cambiar los pensamientos irracionales y los comportamientos de evitación asociados con la fobia.

Además de la TCC, otras técnicas terapéuticas, como la exposición gradual y la desensibilización sistemática, pueden ayudar a los niños a enfrentar sus miedos de manera segura y controlada. Al trabajar con un terapeuta especializado en el tratamiento de fobias infantiles, los niños pueden aprender habilidades para manejar su ansiedad y recuperar el control sobre sus vidas.


En resumen

La fobia en la infancia no es un destino inevitable, sino un desafío que se puede superar con el apoyo adecuado. Con comprensión, paciencia y la orientación de profesionales capacitados, los niños pueden aprender a enfrentar sus miedos y vivir vidas plenas y libres de ansiedad.

¡El viaje hacia la superación comienza hoy!





Caso clínico ilustrativo:



E. (9 años) inicia tratamiento a causa del comportamiento inapropiado que manifiesta en la escuela: zanjadillas a los compañeros, empujones, burlas, etc.; incluyendo un episodio en la hora de ciencias en el que la docente encuentra un dibujo soez de tinte sexual que provoca la intervención de las asistentes sociales.
La madre refiere que se aferró mucho al niño desde su nacimiento, “era mi vida”, dice. El padre, en tratamiento psicológico al momento de la 1° consulta, mostraba cierta dificultad para ponerle límites al niño y sostenerse en su función. Luego de algunas intervenciones tendientes a encauzar la conducta escolar del niño y a orientar a los padres respecto de la importancia de los roles, se le dio el alta, dejando el espacio abierto para el caso en que se presentara alguna otra dificultad.
Tres meses después retoma el tratamiento por fobia y terrores nocturnos (trastorno de ansiedad por separación DSM 4). Es en esta segunda etapa cuando comienza el relato de la historia familiar. La madre refiere que “al padre le cuesta poner límites”, de allí que E. siempre desafíe y luego se refugie en el padre. E. manifiesta terror a personajes de ficción como “el conjuro II, una chica con la cara sobresaliendo” Los muñecos de Five nights a Freddy” “Hotel Transilvania”, no logra permanecer solo en su casa llegando a necesitar la presencia de su madre aún cuando se ducha “que me hable para saber que está ahí”, incluso a utilizar el baño de mujeres con la madre. La ideación se manifiesta cuando queda solo “pensé que me iba a quedar solo toda la vida” “pienso que mi papá puede no estar en el taller”, “pienso que les puede pasar algo, que se van a morir” “No sé qué hacer”. En la escuela los síntomas comienzan a manifestarse en la hora de salida, cuando está por sonar el timbre “pienso que no me van a venir a buscar y empiezo a armar una historia en la cabeza”, dice, “me duele la cabeza y se me agita el corazón”. Siente temor por la noche, “siento que me están mirando” “que hay un vampiro al lado de mi cama” “que me levante y que no estén C. y L. (los padres)”, dice. Nota: no los nombra mamá y papá. La sensación de desamparo es total.

El episodio desencadenante cuando queda solo en el auto, mientras su tía materna compraba medicación en una farmacia, “lloraba y golpeaba las ventanas”, dice. No obstante el cuadro ya había comenzado a desarrollarse.
Recuerda que hasta 2° lloraba cuando lo llevaban a la escuela porque no quería quedarse solo, al igual que el anteaño pasado en la colonia de vacaciones
En cuanto a los antecedentes familiares, el padre refiere sentir aceleración del pensamiento e insomnio; no logra intervenir en el vínculo madre-hijo desde su rol de padre portador de la ley, “me cuesta entrar” “quedo desplazado” “mi palabra no vale”, “prefiero dejar las cosas así”, “mi señora tiene un carácter muy fuerte”, “con E. solo me manejo de otra manera”.
La madre cursó un trastorno de pánico durante los primeros años de vida de E. que no le permitía salir de su casa apegándose al niño como objeto contrafóbico “me lo recontra pegué”, “tenía miedo, pánico, eso me volvía loca” “si E. no está me muero”, dice, habiendo tenido dificultades incluso para dejarlo con el padre o algún familiar por miedo a que le pasara algo si ella no estaba. Refiere que el despegue del niño comenzó a los 8 años.
En el curso del último mes, E. ha logrado dormir solo en su cuarto sin sentir terrores agobiantes y controlar la ideación de posibles catástrofes a la hora de salida de la escuela.
E. refiere que la madre cambió en el último tiempo “antes era buena y ahora está siempre alterada, enojada”, dice. Teniendo en cuenta la simbiosis madre hijo de los primeros años, el lugar que el niño ocupó para la madre mientras cursaba la crisis de angustia, y la dificultad del padre para sostenerse en cuanto padre portador de la ley, la situación familiar deja a E. con sensación de desamparo ante las nuevas crisis de sus figuras parentales. Suele burlarse del padre provocando el enojo de la madre “no puedo ver que se burle de L.”, dice, y luego, este modelo es trasladado al ámbito escolar donde es burlón con sus compañeros generando malestar institucional.

En los niños con ansiedad excesiva, la seguridad emocional es el principal objetivo del apego o vínculo afectivo. El apego es toda conducta por la cual un individuo mantiene o busca proximidad con otra persona considerada más fuerte y segura. La conducta de apego permite utilizar al cuidador principal como base segura, desde la cual se explora lo desconocido.
Se ha observado que los hijos de padres que presentan trastornos de ansiedad tienen mayor riesgo de desarrollar trastornos ansiosos. El TAS es más común en niños cuyos padres tienen antecedentes de trastornos de ansiedad. El estilo de crianza ansioso y el control parental están relacionados significativamente al TAS en niños escolares. El control excesivo y la sobreprotección de los padres pueden significar en el niño que éste crea que el mundo sea ante todo un lugar peligroso. Este temor injustificado interfiere las capacidades del niño siendo necesario desentrañar la composición de ese síntoma, la fobia.

La fobia infantil es una solución, una producción imaginaria ante la ausencia de referencias identificatorias en lo simbólico de una legalidad fálica (el padre) más allá del mundo dual de la relación primordial con la madre. La angustia del niño surge ante el hecho de quedar capturado en la relación especular con la madre, “por déficit de una referencia paterna portadora de la ley”. Si el padre no desempeña su rol (por múltiples razones), se producirá una carencia de puntos de referencia identificatorios para el niño, un vacío de poder. Si el niño no es quien pueda colmar a la madre, ni tampoco lo es el padre… en ese punto surgirían la angustia y la necesidad de crear en lo imaginario el objeto fóbico. Lo temido, es quedar capturado en la relación especular con la madre y resignarse a ser el prisionero de sus significaciones, por la insuficiencia de un padre que ejerza la prohibición y lo proyecte hacia un futuro más allá de la imaginarización de la madre.
La fobia se desarrolla tiempo después que aparece la angustia. Lo enfrenta con una discordancia básica entre la imagen que tenia de si, el que colmaba a la madre, y la realidad que le resulta miserable, la madre no parece ya colmada. La madre se presenta como si estuviera privada, privación intolerable que el niño no sabe como colmar, en este momento el padre debe aportar algo. La identificación con el padre debería permitirle el pasaje. ¿Qué desea la madre cuando desea otra cosa que él? Si fuese el padre, la etapa subsiguiente quedaría bien establecida, pero justamente, al no quedar claro que la madre desee al padre, que este sea el portador de la ley, la castración no se instituye de forma acabada dejando al niño capturado en el discurso materno.

Luego de 8 meses de tratamiento, el niño ha logrado superar sus terrores y la madre ha conseguido soltarlo paulatinamente, reconociendo la necesidad de proyectar en su hijo un hombre fuerte, seguro e independiente.

clinica de la fobia
fobia en la infancia

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